Conflictos Internos

 En esta entrada voy a resumir lo que me ha pasado en mi escuela el último año, mi conflicto con mi mejor amiga.

La vamos a llamar C.

Conozco a C desde hace tres años, cuando entró a mi escuela, en tercer año. Desde el primer instante, se hizo mi amiga, y amiga de mi mejor amiga. Era un vínculo hermoso, muy marcado por el cariño, éramos bastante cariñosos.

Pero había una parte de ella que no me gustaba para nada.

Para que se den una idea, C vive sola con su mamá, tristemente. Se cambió de colegio porque había repetido de año, por lo que ella es más grande que yo. Nunca tuvo una buena relación con su mamá, siempre muy conflictiva, muy marcada por los insultos, las peleas, escaparse de casa.

A mí no me pesaba ese lado de ella porque a mí no me afectaba, no era así conmigo, no podría, o eso creía.

Hubo un punto de inflexión. A principios de este año (estoy escribiendo en septiembre) nos fuimos de viaje con el grupo de amigos que tengo con C a un pueblo cercano, ya que hay unas fiestas y teníamos ganas de ver qué onda.

Aclaro: A mí no me gustan para nada las jodas (fiestas), pero fui también en parte porque C me lo insistió. Es una práctica regular de ella. A ella sí le gustan.

Como dije, no estaba muy convencido, pero si ya sabía que iba, entonces le tenía que poner la mejor de las ondas, por supuesto, mínimo como para que el resto no la pasara con cara de culo.

En ese viaje, C estuvo de pelos. Estuvo muy caprichosa, nos trató mal a otro amigo y a mí, muy condescendiente. Me acuerdo de una escena que nos hizo, muy precisamente.

Tuvimos que viajar a otro pueblo para ir a un boliche, y ella tenía que pedir los boletos de colectivo de ida y vuelta. Tengan en cuenta que llegaríamos a ese lugar a las doce de la noche, más o menos. La cuestión es que cuando llegamos a la estación de colectivos del pueblo, ella se da cuenta que estaba cerrada la boletería (doce de la noche) y que pidió los boletos sólo de ida y no teníamos como volver. Nos fijamos en nuestros celulares, y el próximo colectivo que nos podía llevar de vuelta volvía a las diez de la mañana del otro día. 

Claramente no podíamos volver caminando, primero porque eran varios kilómetros, segundo porque era de noche y tercero porque teníamos que caminar al lado de la ruta. Estábamos desesperados, no sabíamos cómo volver. Fue de milagro que una amiga de una compañera también fue a ese boliche (nosotros no sabíamos que iba) y esa chica se volvía en auto. Pero no se volvía para el mismo pueblo que el nuestro, así que teníamos que ir con ella a otro pueblo, pedir un colectivo en la boletería de ese pueblo (que también tuvimos que esperar dos horas en afuera con el frío) y solo así poder volver a la cabaña nuestra.

Yo estaba tranquilo, hasta ese momento no estaba enojado, si no fuera por el escándalo que hizo adentro del boliche. Se tomó la vida y se separó del grupo con otra amiga, dejándonos a un amigo y a mí solos, sin saber dónde estaban. Estaba muy preocupado, no sabía que les podían hacer estando muy chupadas.

Cuando las encontré, traté de que se sentaran un rato, porque estaban muy mareadas y no quería que vomitaran. Solo C me hizo un capricho enorme, me puteó de arriba a abajo y se fue.

Después de esa escena, cuando estábamos en la estación de colectivo del otro pueblo, las dos se fueron sin avisarnos dónde (ni nosotros sabíamos en dónde carajos estábamos, nunca fuimos a ese pueblo, ninguno) y nosotros queríamos ir a una panadería, que estaba cerca. Estábamos esperando a que abriera.

Cuando abrió la panadería, las chicas no estaban. Como a ellas les chupó un huevo, a nosotros también. No fue hasta que estábamos a punto de comprar las cosas (un par de facturas y un jugo) que C me llama, pidiendo, no preguntando, pidiendo que le compráramos un agua (a ella no le gusta ni el jugo ni la gaseosa), le dije que llevábamos un jugo, y de vuelta me puteó de arriba a abajo. No supe cómo reaccionar. Tenía una re bronca, y la verdad que no quiero describir con insultos, esta historia no lo merece. Cambié el jugo por un agua, creyendo que eso solucionaría las cosas.

Cuando llegué con ella, le di el agua. Ni siquiera me miró, ni me dijo gracias. Por eso mismo nos peleamos. Por caprichosa. Perdón, se me sale la bronca.

Voy a dejar de hablar de ese viaje, la pasé muy mal y volví muy cansado. No quiero revivir ese momento.

Los siguientes meses después del viaje en Enero, fueron bastante movidos. En el aula, yo me sentaba con ellas al frente, se suponía que éramos un grupo de tres, pero siempre la prefirió a ella antes que a mí. Lo que no tiene nada de malo, son preferencias, pero dolía que lo planteara como que eso no existía. Siempre fue muy celosa de la relación que tuve con mi otra amiga, la cual le vamos a llamar M.

Siempre que M y yo hablábamos, ella tenía que meterse en la conversación para hablar con ella, nos separaba. Si caminábamos juntos, ella tenía que meterse en medio, nos tenía que separar, estaba celosa.

Así también nos distribuimos en clase. Yo a la izquierda, C al medio (como siempre), y M a la derecha. Pero la cosa estaba entre ellas dos, en clases yo me aburría porque nadie hablaba conmigo. Fue una etapa de este año que no quiero recordar. Lo peor de todo es que yo creí que yo tenía la culpa, de que yo era contestador, egoísta, malintencionado, como C me hizo creer. Pero esas cosas eran solo palabras suyas, ahora entiendo, pero en ese momento me bajó muchísimo la autoestima. Tenía pensamientos muy feos todo el día, me auto-saboteaba todos los días.

No crean que no intenté hablarlo con ella, con ellas. Siempre quise hablarlo, como repito, soy muy pacifista y siempre creí que las cosas se podían arreglar hablando. Pero la contestación era siempre la misma, que yo no reconocía lo mal que le hacía (aunque se lo dijera todo, todo, repito, todo el tiempo) y que era un egoísta, que no veía el problema, que estaba inventando un problema (auch).

Por eso empecé a buscar salida de otro lado, hablando con más compañeros, saliendo del encierro. Intenté cambiarme de lugar, para que M quedara al medio y yo a la derecha, pero C me contestó muy enojada que no, que ya habíamos designado los lugares (celos, por si no se dieron cuenta todavía).

Así que rompí.

De un día para el otro, me senté al fondo a la izquierda, grupo con el que estoy actualmente, y aprecio mucho.

Pero para resumir esta última parte, los siguientes meses estuvimos yendo al gimnasio juntos, hablando menos, y yo estaba buscando cortar esa relación que me hizo daño. No fue hasta un día que por una boludez discutimos que yo le corté el rollo.

Fue más sencillo de lo que esperaba, y se mostró bastante respetuosa. Pensé que me iba a arrastrar por el piso. Lo único que tenía que hacer era mantenerme firme y no ceder a ninguna de sus exigencias y reclamos sobre mí. Yo ya sabía que esas cosas eran tan solo lo que ella pensaba de mí, y no lo que yo era.

Desde ese momento estoy muy feliz, compartiendo con amigos que me valoran y me incluyen.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Personas de Colores

El regreso de la autenticidad

¿Quién sos cuando nadie mira?